Es rara, la meteorología biológica. Por qué no puedo parar
de llorar cuando me estalla la satisfacción en los costados y siento la calidez
de su aliento y la protección de su pecho contra mi espalda.
La piel convertida en gravilla helada por el cosquilleo de
la excitación y ahí - sí, justo ahí - el trueno de un gemido somnoliento que me
dice que está conmigo aunque tan lejos entre sueños.
Vadeo la tormenta. En el mundo de la vigilia, antes de la
inyección de cafeína que me llevará por el día. A esto se referían. Felicidad.
Me gusta.
0 comentarios:
Publicar un comentario