Se me está acabando el negro.
Habré de pintar brillantes
escenas diurnas o atardeceres sangrientos hasta que consiga más. Quizás Ojazos
y su muchacho me proporcionen imágenes alegres que consignar en mi cuaderno,
para las que no lo necesitaré; pero siendo ella como es lo dudo mucho. Lo que
es más, a buen seguro, la ciudad no me va a dejar pasar sin ese color, le tiene
mucho apego a su oscuridad.
Y los habitantes de No, la
polvorienta joya de obsidiana, me llaman a mí oscura. Siniestra incluso.
¿Acaso mi rostro o apariencia
denotan oscuridad? Mis rasgos infantiles son claros y limpios, mi vestido del
blanco de la nieve virgen. ¿Es mi alma entonces la que no tiene luz? ¿Qué saben
ellos de mi alma? Nada. ¿Será entonces que soy aviesa o malintencionada?
¿Infeliz, funesta, aciaga? ¿Tengo propensión a la izquierda, al reverso
tenebroso, a la maldad? En absoluto.
Ojazos me compara con Peter Pan,
cuando se siente soñadora y descuidada, pero no puedo menos que no estar de
acuerdo. El niño que no quería crecer y yo tenemos una diferencia. Yo no puedo
crecer, soy un ente estático y siempre lo voy a ser, para poder desarrollar a
la perfección mi trabajo. Sin embargo, veo por qué querría quedarse en la niñez
eternamente. ¿Quién querría crecer, sufrir los dolores mensuales de ser mujer,
sentir los embates del deseo y la lujuria, perder agilidad y agudeza sensorial,
enfermar, ir desdibujando recuerdos como unas acuarelas bajo la lluvia hasta
que nada queda de lo que has sido, morir? No resiento en absoluto que no sea
una posibilidad para mí, aunque a veces me pregunto cómo sería.
Ese es mi trabajo, preguntarme y
averiguar respuestas. Debo saberlo todo, ya que soy una cronista. Es lo que
hago, esa es mi esencia. Se me ha encargado que, de manera imparcial, lleve los
anales de esta condenada ciudad sin influir en lo más mínimo en el correr de
sus existencias. Y eso es lo que causa su rechazo, patéticas criaturas, mi
imparcialidad que confunden con indiferencia.
No es culpa suya, la ciudad los
ha hecho así. Lo he visto con mis propios ojos, desde el nacimiento de la urbe.
En el comienzo todo fue magnífico, las riquezas y el esplendor destellaban
desde cualquier esquina. Los edificios se alzaban más altos que el sol y, en su
arrogancia, los habitantes de Nolan City se creyeron dioses. Su ambición y su
desdén por todo aquello que no les reportase beneficios atrajeron las nubes
negras que se ciernen desde entonces sobre la ciudad. La pobreza y la
marginación se extendieron. La miseria, la violencia y la corrupción
florecieron como oscuras orquídeas que dominaban el jardín de la ciudad de No,
como sería conocida desde entonces.
Cualquier otra ciudad se hubiese
autodestruido a estas alturas, he observado como sucedía en otras ocasiones.
Sin embargo, esta ciudad, con el corazón y el alma tan negros como la polución
que cuelga a jirones sobre ella, resiste fieramente. Es un león oscuro, surcado
por innumerables heridas pero que sigue adelante ya que nada es capaz de
herirlo de muerte. Es una máquina que destruye a las personas y las convierte en
marionetas sin voluntad o mezquinos personajillos, hambrientos y despiadados.
Pero, a lo largo de los años, he
podido constatar que no todos son así. Algunos pocos resisten, se aferran con
uñas y dientes a su humanidad y luchan. Algunos incluso sobreviven para poder
marcar una pequeña diferencia. Ojazos es así y no puedo menos que permanecer a
su lado, sobre todo ahora que la ciudad está tan cerca de romperla. Mientras
tanto, seguiré pintando, confiando la historia de este maldito lugar de manera
tan imparcial como me sea posible, durante el tiempo en que pueda seguir
haciéndolo.
Porque se me está acabando el
negro y sin él no puedo pintar esta ciudad.
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