Como todos los que me conocen saben, soy una lectora bastante voraz: devoro todo lo que cae en mis manos, sean libros, revistas, papeleos varios o prospectos de medicinas. Y, aunque considero que uno de los espectáculos más grotescos que existen es la quema de u libro, tengo una confesión que haceros.
Bueno, más que una confesión es una admisión: Hola, me llamo Laura y trato fatal mis libros.
Y eso no quiere decir que deje de adorarlos, no. Pero soy de la opinión de que un libro es un objeto de uso y no de veneración.
Los libros son para disfrutarlos y sacarlos el máximo partido. Vamos, digo yo.
Por ello, si echas un vistazo a mis libros más queridos, encontrarás manchitas de café o marcas de miguitas -porque cuando un libro me gusta no paro ni para comer-, espinas partidas del uso y portadas castigadas por los paseos en bolsos, bolsillos y mochilas y, lo más grave según con quien hables: esquinas de páginas dobladas o, incluso, párrafos subrayados.
Lo sé, herejía, ¿no?
Supongo, pero that's how I roll: los libros son instrumentos para que nuestra imaginación viaje y no los venero más que al bus que me lleva a ver el mar.
Lo increíble son las palabras y pensamientos que alberga su interior y esos son inmortales, pequeñines.
Si no, que se lo digan al final de Farenheit 451.
¿Algo que declarar, chicos? ¿Soy la única mala de la película?
2 comentarios:
Está muy simpático tu blog. Yo también soy una nueva por estos lares y estoy explorando blogs vecinos de momento (llegué aquí por Adictos a la Escritura). Yo también marco mis libros, los rayo, les doblo las páginas... y años después vuelvo a hurgar las páginas dobladas :)
Gracias ^^
Me alegra saber que no soy tan hereje como me pensaba.
Te buscaré por la blogosfera :3
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