[Con el inicio, el finde pasado, de la saga de relatos cortos Mathieu y yo - que actualizaré una vez cada dos o tres semanas - , me ha entrado el gusanillo de sacar esta otra serie. Debo la inspiración, como no, al foro y sus foristas geniales. Son una serie de relatos ambientados en la oscura ciudad de No - antigua Nolan City - y protagonizados por una panda heterogénea de personajillos: un asesino, una niña, un timador, una jugadora de carta... Espero que os gusten]
1. Introducción
En mi opinión, todas las historias son iguales.
Puede que quieras contradecirme, pero no te lo aconsejo. Soy un tipo peligroso, a mi pesar. Menos de lo que intento aparentar pero más de lo que muchos se piensan. He visto cosas que no creerías. Aunque, claro, ¿por qué ibas a creerme si apenas me conoces?
Por ahora, deberás aceptar mi palabra, ya que estamos aquí atrapados hasta que la lluvia escampe. ¿Qué? ¿Ya no te parece que las paredes de este tugurio te ofrezcan más refugio que la noche intempestiva de ahí afuera? Mala suerte. El destino nos ha deparado este pequeño encuentro y será mejor que no nos resistamos.
¿Por dónde iba? Ah, sí. Las historias. Habiendo vivido lo que he vivido, sé que las cosas no cambian, las historias se repiten una y otra vez como un viejo vinilo rayado que nadie se molesta en cambiar. Como escritor, te sentirás ofendido por lo que estoy diciendo pero, en tu fuero interno sabes que tengo razón. Cuando, por las noches miras al techo agrietado de la habitación, incapaz de dormir, atrapado por una angustia que no te permite respirar, que te atenaza el corazón y cuyo origen ignoras, sabes que estoy en lo cierto.
Te preguntarás por qué, si esto es así, he buscado conocerte. Pues verás, escritorzuelo sin aspiraciones, deprimido y alcoholizado, que ya no cree en sí mismo, la respuesta es simple. Puede que todas las historias sean iguales, que las vidas humanas solo den de sí hasta un punto en el que todo se vuelve ruido de fondo y se desvanece en la cotidianeidad, pero no sucede así con quien las cuenta. Lo sé de forma tan clara y a la vez tan vaga como el humo de mi cigarro que se arremolina en torno a nosotros.
Tú, aunque no quieras verlo amigo mío, tienes un don. Tus palabras poseen la magia de los viejos relatos de la tribu, me atraen y me embrujan. Consiguen que sueñe y eso, para un asesino como yo, tiene más valor que el oro.
Así que ahí lo tienes. Por eso te he seguido en esta noche aciaga, con la intención de conocer a aquel que me ha devuelto la esperanza. Te he seguido sin ninguna pretensión, más allá de charlar un rato contigo y, ahora que la lluvia ha detenido su ataque, supongo que querrás marcharte…
¿No tienes prisa? Estupendo. Entonces, por favor, habla. Deja que mi parloteo sin sentido sirva de introducción a uno de tus maravillosos relatos. Comienza, por favor.
Deja que cierre los ojos, te estaré escuchando.
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