Treo tiene pelo.
Es una masa espesa que cuelga hasta un poco por encima de sus manos. Las pocas veces que Sieve se ha atrevido a tocarlo, le ha dado la sensación de finísimos hilos metálicos, solo que más suaves y flexibles. Se pregunta si con ellos se podría ahorcar, como hacen con las reses en la sala de cortes.
Lo ha conservado porque les gusta. Es de color sol, oyó decir una vez, y no termina de entrarle en la cabeza. Siempre había imaginado la fuente de iluminación como una enorme linterna, con su luz parpadeante y azulada. El pelo de Treo no se parece a nada que haya visto.
Última tiene el cabello oscuro y es tan extrañamente familiar que Sieve siente una pequeña disonancia en forma de vértigo al tener que ocuparse de él. Es fuerte, con porciones más claras como si le hubiese salpicado algún producto de la sala de mantenimiento.
De alguna manera, Última es más humana que su propia hermana.