Sí que te la hizo buena

viernes, 31 de mayo de 2013

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Cálidos y tan lentos y suaves, los besos. Como lentas se rozaban las caderas, juguetonas pero sin pasión real detrás. Las manos de él llevaban todo el tiempo aferradas a las costillas de ella, justo debajo del pecho. Como náufrago a una tabla.

– No está funcionando esto, ¿verdad?
– Lo siento.
– Wordsworth, por favor. – El tono de broma contenía ternura más que otra cosa. – Podría sentirme rechazada, si no estuviera tan terriblemente buena.
– Más buena de lo que mi cama y yo nos merecemos. – Asintió gravemente, con los ojos sinceros y los labios enrojecidos curvados en una pequeña sonrisa.
– Sí que te la hizo buena, ¿eh? – comentó muy bajito, con cuidado, después de un silencio contemplativo. Le apartó el flequillo de la frente para plantar un último beso en ella. – Cain.

Dejó la posición dominante sobre él para acomodarse en su pecho, plegándose contra su costado. El silencio estaba cargado con el ruidoso tragar de saliva de su amigo, quien clavaba los ojos en el techo como si le fuera la vida en ello.

– Está bien, ¿sabes? Si quieres hablar de él o echarle de menos o…

O llorar.

Con todo lo que lo había visto llorar en lo poco que hacía que se conocían, se le hacía extraño lo enquistada que tenía esa pena. Tan secreta, como una gran vergüenza. Suponía que lo era: ella tampoco lloraría o echaría de menos a alguien que no llorase por ella o que, si la echase de menos, lo mínimo que podía hacer era llamar.

– O no, va. Que tampoco hace falta. Pero eso, si quieres contar con mis fabulosos consejos o unos bellos pechos sobre los que llorar, sabes que estoy aquí. – Sintió su risita contra la mejilla más que la oyó y sonrió a su vez. – Lo sabes, ¿no, Hen?  
– Lo sé. – contestó con seguridad, después de apretarla contra sí. Luego, como si aferrarse al humor fuese la única forma de salir de aquel charco conversacional en el que ella lo había tirado a traición, comentó. – Aunque no sé yo si fiarme de tus consejos.
– Deberías, Wordsworth, que sé de lo que hablo. Respeta a tus mayores, hombre. – Le dejó salir. Ya había establecido lo que quería, de todas formas. Que le cubría las espaldas. De todas las formas en las que contaba. – Además, el primer consejo es gratis. Y ya sabes cuál va a ser. – gruñó una queja casi antes de que ella terminase de canturrearle la última frase. – No seas así. Tómate el café, flirtea un rato con un chico guapo al que le gustas, diviértete. No está prohibido. Y ya va siendo hora. Que se te va a freír el cerebro de tanto estudiar, rubio.

Eso le arrancó otra risita sin fuerzas y debió de recordarle algo que le llevó a mostrarle una ilusión. Sus susurros bajos y carismáticos – como nunca lo era su voz cuando no estaba narrando – los acunaron hasta que cayeron rendidos. No era el cansancio que había planeado ella en un principio pero era casi mejor.

Sí, era mejor.

3 comentarios:

An. dijo...

Henry, guapo, eres el mejor.


(No sé si lo he dicho yo o si lo ha dicho Louie pero, yknow.)

Andrea dijo...

Pues mira que no me había dado nunca penita Henry de verdad, pero ahora una poca casi que sí.

Midkip dijo...

Ay, pobrete Hen. A ver si el tonteo con el informático le ayuda a animarse (?) O a dar un pasito más para superar lo de Cain, vamos.

Y bueno, si no tiene suerte en el amor, al menos tiene unos amigos que van a estar ahí y a mimarlo. Y a mí si me dejas voy con una mantita y también :3

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